Era un hombre que trabajaba en una fábrica de enlatados y un día le confesó a su esposa que estaba poseído por una terrible obsesión, un impulso incontrolable: meter el pene a la cortadora de pepinos.
Espantada, la esposa le sugirió que consultara a un psicólogo. El marido prometió que lo pensaría, pero continuó repitiéndole y repitiéndole a la esposa el mismo cuento, hasta que ella, aburrida y harta, un día le dijo:
- Pues mételo a la cortadora de pepinos y no me molestes más, ¡es tu problema!, ya buscaré la manera de compensarme.
Al día siguiente, el marido llegó a casa cabizbajo profundamente abatido.
- ¿Qué pasó? -le preguntó la mujer, preparándose para escuchar lo peor -.
- ¿Te acuerdas de mi obsesión de meter el pene a la cortadora de pepinos?
- ¡Oh no! - gritó la mujer - ¡dime que no hiciste semejante estupidez!
- ¡Sí, lo hice!
- ¡Oh dios!, y ¿qué pasó?
- ¡Me despidieron! - respondió -.
- ¡Queee!, ¿y la cortadora de pepinos?, ¿qué te hizo?, ¿te lastimó?
- ¡No, a ella también la despidieron!
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lunes, 9 de mayo de 2011
Peligrosa obsesión
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